miércoles, 9 de octubre de 2013

Familia.

   Todos tenemos una persona, que no se sabe cómo, acaba siendo de la familia. 
   Una persona que sabemos que, pase lo que pase, va a estar ahí para ayudarnos cuando caigamos. Y, a su vez, nosotros estaremos ahí dispuestos a ir a por el que sea que le haga daño. Y cada una de sus lágrimas, serán mil rayadas nuestras. Estaríamos hasta las cinco de la mañana hablando con esa persona si estuviera mal y necesitara conversación, y nos darían igual las ojeras que eso conllevara. 
   Al igual que estamos juntas para los malos momentos, también lo estamos en los buenos. Esa sensación de seguridad de que va a ser una tarde genial con esa persona, ¡que nos vamos a reír tanto que nos dolerán las costillas!  Las mil fotos que nos haremos para inmortalizar cada momento irrepetible, único... Fotos que acabarán decorando un tablón de corcho para que nos despierten sonrisas nostálgicas dentro de unos años, porque echaremos la vista atrás y recordaremos todas las tonterías que nos hicieron incluso llorar de la risa.
   Pero quizá lo mejor es que nuestra locura es compatible. Cualquiera que nos vea desde fuera pensará que no estamos bien de la cabeza, y no se equivocará del todo... Pero la diversión no nos la quitará nadie. Cosas absurdas que se nos ocurren de repente y que solo entendemos nosotras. Y digamos lo que digamos no nos enfadamos, porque nuestra amistad está por encima del orgullo.
   Por eso y por mil razones más, esa persona llega a ser una hermana. Y nuestra historia es digna de ser escrita. Un best-seller jamás confeccionado, un relato en nuestras cabezas con forma de recuerdos.

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